Dedico esto a la memoria de una persona que fue un apasionado del ajedrez, a un ser que amó incondicionalmente al ajedrez. El ajedrez está de luto. El tablero y las piezas han tomado un único color negro por la desaparición de quien más entrega hizo por el arte de Caissa.
Robert James Fischer ha desaparecido físicamente (pero sólo físicamente) en Islandia, el 17 de enero de 2008. “Bobby” Fischer, conocido así sólo por sus amigos, fue un ex campeón mundial de ajedrez. La prensa y demás medios de comunicación han reseñado su fallecimiento y algunos pasajes de la vida de Fischer. Pero, como siempre, los medios han preferido “impactar” y “vender”, más que informar verazmente.
Quienes han compartido conmigo mi pasión por el ajedrez, saben que Fischer no ha sido un ajedrecista influyente para mí. Pero siempre estuve de acuerdo con Fischer en que el mejor de todos fue Capablanca, y que el “ajedrez es vida”.
Los medios describen a Fischer como extravagante y de malos modales. Pero no dicen lo recto y noble que fue. No recuerdan la partida contra Unzicker donde Fischer tocó una pieza que al moverla haría que perdiera. Y sin embargo, Fischer movió la pieza, y abandonó al instante; algo que sólo lo hacen los rectos y nobles en el ajedrez. En ese instante, Unzicker reconoció que “Fischer era un caballero”.
Los medios reseñaron, con lujo de detalles, cómo USA pidió la deportación de Fischer. Pero no señalaron la verdadera razón de por qué fue un perseguido político (la causa de su paranoia) y no un criminal: la existencia de sistemas de Gobierno que aprecian superlativamente la mediocridad y la genuflexión, y que desprecia toda forma de libertad de pensamiento, de inteligencia, de divergencia. Sistemas políticos que sólo admiten una forma de pensamiento único, y que defenestran y persiguen a aquel de disienta. Gobiernos dirigidos por personas que sólo valoran a genios (como Fischer) cuando les son útiles, para luego darles la espalda una vez obtenido el provecho. Un gobierno que en función de sus fines, convirtió a Fischer en su héroe cuando se enfrentó a los jugadores soviéticos en los 70, y luego trató a Fischer como villano simplemente porque jugó en un lugar vedado por la ONU y USA. Como si el mundo fuera propiedad de algún país u organización.
Fischer unió, en su momento, a un mundo dividido en dos bloques; en torno a un tablero de 64 casillas y 32 piezas. Su brillantez e impacto llegó a todos las partes del orbe.
Fischer, a su modo, logró lo que de alguna forma todos debemos lograr: explotar aquello que nos hace sobrehumanos, para así, llegar a conocer, con humildad, la fragilidad humana.
Murió a los 64 años. Tanto amó y entregó su vida al ajedrez, que contó cada año de su vida en cada casilla del tablero. Y siento lástima de que el tablero no haya tenido más casillas.
Desapareció dos veces... y ahora nos deja.
Nota del Abogado Rafael Gordon:
“Agradezco a mi gran y querido amigo Ney Gamez, por permitirme publicar esta dedicatoria a un baluarte del ajedrez, y por compartir conmigo mi pasión por el ajedrez, así como a aquellos con quien he tenido la dicha de vivir el ajedrez”.
Nota de Ney:
Te agradezco por el buen texto hermanito, Un año de vida por casilla del tablero... vejado y maltratado por su propio "pais", fin de la historia, quedara el recuerdo y las buenas jugadas para los amantes del jaque mate.
1 comentario:
Pues , así es la vida de los genios , como Bolívar, como Miranda, como galileo o como Jesucristo, los grandes hombres son los que logran que la historia vea a sus contemporáneos como salvajes.
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